Los aztecas fueron un pueblo que dominó el centro y sur del actual Mexico, en Mesoamérica, desde el siglo XIV hasta el siglo XVI, y que es famoso por haber establecido un vasto imperio muy bien organizado, el que más tarde fue destruido por los conquistadores españoles y sus aliados.
Religión
La religión azteca tiene una fuerte tendencia dualista, la eterna lucha contra las influencias del bien y del mal sobre el destino del hombre. También es extremadamente politeista y naturalista.
En sus orígenes bárbaros, los aztecas habían centrado su culto básicamente en divinidades astrales, donde dominaba Huitzilipotchtli, dios del Sol y de la guerra. Pero al migrar hasta el altiplano central, y posteriormente al instalarse en el lago Texcoco, fueron incorporando las ideas religiosas de otros pueblos, especialmente de aquellos más civilizados, portadores y herederos de las ricas tradiciones Toltecas. Formaron una síntesis, muchas veces incoherente, en la cual además de los dioses astrales del pasado se sumaron otros relacionados con la tierra, el agua y la lluvia.
De esta forma, en el momento de su apogeo cultural, el lugar más destacado de la teología imperial era compartido por Huitzilipochtli con Tláloc, dios de la lluvia y el rayo, originario de la tradición Tolteca. Pero además existían entre muchos otros dioses, Xinhtcutle, dios del fuego de los otomíes;Tlazolteotl, diosa del amor y la fertilidad de los Huastecas; Tzapotlatenan, diosa de la medicina de los Zapotecas.
Esta profusión de divinidades se insertaba dentro de una concepción del mundo y del tiempo bastante singular. Para los aztecas, como para otros pueblos de la región, habrían existido cuatro períodos o soles, en los cuales hubo humanidades previas a la propia, las cuales fueron destruídas en forma catastrófica por acción de algunas divinidades.
La época más antigua era conocida como Nahui-Ocelot y su fin habría llegado al destruir los jaguares a la humanidad. El segundo período, Nahui-Ehécatl, habría terminado cuando Quetzacoatl, bajo su forma de dios del viento, habría arrasado con el mundo y convertido a los hombres en mono. El tercer sol, Nahui-Quihutl, fue dominado por Tláloc, dios de la lluvia y del rayo, quien habría aniquilado a los hombres con una lluvia de fuego. El último período previo a la era en que vivían los aztecas, se conoce como Nahui-Atli, y su fin habría devenido a partir de una gran inundación, de la cual sobrevivieron sólo un hombre y una mujer, quienes posteriormente fueron convertidos en perros por el dios del cielo nocturno, Tezcatlipoca.
La era en que se encontraban los aztecas era Nahui-Ollín y estaba destinada a sucumbir durante un inmenso terremoto, en el cual los tzitizmine, especie de monstruos que vivían en el occidente, matarían a los humanos. Según el mito, el origen de la Era Azteca se encontraría en la voluntad de Quetzacoatl, quien habría recogido los huesos de los hombres muertos y les habría dado la vida regándolos con su propia sangre. De igual forma, el nuevo Sol y la nueva Luna habrían sido creados por el sacrificio de los dioses, especialmente de Nanahuatzín y Tecciztecatl, los que se habrían arrojado a una fogata encendida por los dioses en las ruinas de la antigua ciudad de Teotihuacán, de la que habrían salido convertidos en el Sol y Luna, respectivamente.
Por estas razones, los aztecas sentían la obligación de pagar el sacrificio de los dioses y se consideraban a sí mismos el pueblo de el Sol, cuyo principal deber era entregar a éste su alimento, que era la sangre que le permitía vencer la oscuridad. Ello exigía de los hombres hacer lo mismo que hicieron las divinidades para revivir el mundo, es decir, entregar su propio cuerpo y sangre. De esta forma el sacrificio humano llegó a ser uno de los más importantes elementos del ritual religioso.
Sacrificio humano
El panteón de los dioses estaba dominado por dos símbolos principales: los dioses del cielo y de la tierra. Los primeros eran parte de la antigua tradición Azteca y su principal manifestación era el dios de la guerra y el Sol Huitzilipochtli. También destacaba Tezclatipoca dios del cielo nocturno y protector de los guerreros.
Las divinidades de la tierra eran encabezadas por Tláloc, dios de la lluvia y el rayo, aunque tenían cierta relevancia la diosa de las aguas dulces, Chalchiuhtlicue;y el dios de las aguas saladas y el mar, Huixtocihuatl.
Las víctimas de los sacrificios por lo general eran prisioneros de guerra, esclavos comprados para este fin o incluso personas que se ofrecían voluntaria-mente, ya que una muerte así aseguraba una feliz vida eterna. Las víctimas eran colocadas sobre el altar de sacrificios, a la que llegaba con las vestimentas y adornos del dios para el que se hacía el holocausto. Una vez depositado sobre dicha piedra, cuatro sacer-dotes sostenían cada una de las extremidades de la víctima y un quinto le habría el pecho con un cuchillo de piedra, y le sacaba el corazón, que luego era quemado en una urna de piedra. A este tipo de sacrificios se sumaban otros ritos, tales como quemar a la víctima, ahogarla o decapitarla.
Los aztecas creían en la vida después de la muerte, sin embargo este futuro no dependía del comportamiento terreno, sino de la forma en que se moría. Los soldados muertos en batallas y las víctimas de los sacrificios tenían como recompensa vivir en el imperio del dios solar Huitzilipochtli.
El dios de la lluvia y el rayo, Tláloc, se adueñaba de los que morían ahogados, exterminados por un rayo, o por enfermedades de la piel. Estos muertos no se quemaban como los demás sino que los enterraban. Los niños sacrificados a Tláloc iban a un paraíso lleno de flores y envuelto en nubes. Los demás difuntos iban al Mictlán o mundo inferior, al cual se llegaba después de un penoso viaje.
Los sacerdotes dirigían la vida intelectual y religiosa de los aztecas. En los grandes templos habían dos sacerdotes principales o quequetzalcoa. A sus órdenes se encontraba otro que administraba la recaudación de los diezmos y que supervigilaba la instrucción de los nuevos sacerdotes y el establecimiento de la fé en las regiones recién conquistadas.
Solamente en Tenochtitlán habían cinco mil sacerdotes. Vestían de negro y sus tilmantli o mantos estaban adornados con calaberas y vísceras. Usaban el pelo largo y trenzado, y de estas trenzas colgaban coágulos de sangre.
Por otra parte, estos sacerdotes elaboraban los rituales del culto y enseñaban en las escuelas religiosas y, a la vez, difundían el conocimiento de la escritura jeroglífica y los símbolos necesarios para los complicados cálculos matemáticos y astronómicos. También servían de mediadores con los poderes invisibles, recordaban y recitaban los sucesos históricos hasta que estos quedaban grabados en la mente humana.
La fecha más importante del calendario azteca se daba cada 52 años, lapso en que se cumplía un ciclo mitológico de vida del mundo. Para esto, los sacerdotes debían asegurar la continuidad de la vida preparando un nuevo ciclo de 52 años. En la cumbre de la montaña Huixachtécatl se realizaban varios sacrificios humanos, en los cuales los sacerdotes encendían el fuego del nuevo período sobre los cuerpos de las víctimas. En 1507 se hizo por última vez la renovación del fuego de la vida, y la siguiente debía acontecer en 1559, pero ya no habían sacerdotes para hacerlo.
Periódicamente los aztecas se enfrentaban con sus vecinos en grandes campos de batalla, para protagonizar las guerras floridas o "xochiyayotl", cuyo objetivo era obtener prisioneros para hacer sacrificios en honor a sus dioses.
En estas guerras no se peleaban los territorios y las principales armas que los aztecas utilizaron fueron la maza plana, flechas y dardos. La maza plana servía para golpear, y estaba hecha de madera, en sus cantos tenían estrechas ranuras donde se ponían vidrios volcánicos. Como defensas utilizaban escudos de madera y una armadura hecha con tela y rellena con algodón.
La economía azteca era muy compleja, y permitía, mediante el tributo, que muchísimas personas se dedicaran a tareas no directamente productivas, como los sacerdotes, militares y artistas.
Para reunir recursos ,con los cuales desarrollaban áreas que de otra manera eran difíciles de implementar, como las obras públicas, las guerras de conquista,etc. crearon un sistema de tributación , el cual era pagado a través del calpulli, por todos los ciudadanos. Dicha operación debía hacerse dos veces al año, como norma general. Cada sector social entregaba productos de su especialidad, que luego eran almacenados en las principales ciudades o en los almacenes estatales.
Para formarse una idea aproximada de los recursos reunidos por el tributo, podemos citar algunas cifras extraídas de un códice azteca, llamado hoy "Mendoza", dónde se detalla el con-tenido de los almacenes de las tres ciudades capi-tales que formaban la Triple Alianza: Tenochti-tlán, Texcoco y Tlacopán. Entre muchos otros pro-ductos, había 7.700 metros cúbicos de maíz, 5.775 metros cúbicos de porotos, 70 metros cúbicos de cacao, 36.000 manojos de cigarros puros, 27.600 calabazas pintadas, 16.000 pelotas de caucho,etc.
Almacén de maíz.
La economía se basaba principalmente en la agricultura, el comercio y el mercado. No conocieron la ganadería, por lo que no tuvieron acceso a los productos lácteos; tampoco desarrollaron la minería, por lo que los comerciantes importaban objetos elaborados en oro, plata, jade y obsidiana. Desarrollaron un sofisticado sistema de distribución de riquezas con mecanismos como el comercio a grandes distancias con bienes de lujo, el salario en retribución de servicios y el intercambio mercantil basado en una unidad de equivalencia (dinero).
En su pasado bárbaro, los aztecas tuvieron una economía basada en la caza y recolección. Sin embargo, cuando se instalaron en la meseta central de México, aprendieron de pueblos mucho más civilizados que ellos las bondades de la agricultura.
La agricultura era el eje central de la economía azteca. Cultivaban principalmente maiz, porotos, pimientos y tomates. El maíz era la base de la alimentación. Lo impregnaban de cal, lo hervían y le desprendían la piel, luego se molía mediante un rodillo de piedra estriado. Con esta mezcla se hacía pan de maíz o tortillas. También el maíz podía convertirse en atolli, una pasta hecha con miel y ají. Una de las técnicas que más utilizaron los aztecas fueron los jardines flotantes o chinampas.
Cuando los aztecas llegaron al lago Texcoco, la presión de los habitantes locales no les dejó otra posibilidad que instalarse en un islote cercano a la orilla, donde la tierra cultivable era muy poca. Por estas razones explotaron cabalmente los recuesos del lago, como los peces, aves acuáticas, moluscos, plantas de ribera y muchos otros más. Adoptaron en forma masiva el sistema de jardines flotantes, Por esta razón, cuando los españoles llegaron, en torno a Tenochtitlán se hallaban cultivados más de 35 km2, especialmente los lugares con menos profundidad.
En la práctica, las chinampas son grandes balsas de madera rellenas con barro y ramas. Se anclan al fondo del lago, plantándose en sus extremos sauces de rápido crecimiento que echaban raíces en el piso. Estas construcciones eran muy fértiles, por lo cual necesitaban abono sólo esporádicamente y para esto se utilizaba el limo que se extraía del mismo fondo del lago. No había necesidad de regarlas y eran utilizando la coa, una especie de azadón de madera con el cual se cavaba la tierra.
Las chinampas formaban grandes laberintos, los cuales se dejaban para permitir el desplazamiento de canoas cargadas con los productos del cultivo. Cuando los aztecas con su etapa expansiva, primero en torno al lago Texcoco y luego hacia los cuatro puntos cardinales, tuvieron acceso a grandes expansiones de tierra, las que fueron expropiadas a pueblos que habían sido sometidos mediante la guerra. En ellas desarrollaron una agricultura a gran escala, basada en la técnica de la tala y quema. Grandes extensiones de bosques eran cortadas y luego incendiadas, produciendose así el despeje necesario para las tareas agrícolas, mientras la tierra se abonaba con las cenizas resultantes de la quema. De este modo, se incrementó considerablemente el poder económico del naciente Imperio.
Mercado
Recibían productos que en calidad de tributo lo enviaban de todas las regiones conquistadas por los ejércitos. Ello permitía que el Emperador pudiera mantener a su corte, la burocracia estatal y premiar los servicios de los guerreros o más cercanos colaboradores. El resto se distribuía al pueblo por intermedio de los mercados localizados en recintos claramente delimitados. Allí se ofrecían los bienes destinados a satisfacer todas las necesidedes cotidianas. Las mercaderías agrupadas por rubros se apilaban sobre petates, a cuyo frente, sentado en el suelo, el vendedor, premunido de balanzas o medidas, voceaba su mercadería. Las transacciones eran monetarias, empleándose como dinero semillas de cacao o pepitas de oro.
Resulta difícil creer que a comienzos del año 1500, en un mercado Azteca se congregaran sesenta mil personas. Esta sola cantidad revela la existencia de una población que, para ésa época,era superior a muchas capitales de la civilizada Europa.
La presencia de tan multitudinaria muchedumbre asombró a los hombres de Hernán Cortés durante la conquista de ese pueblo. El cronista Bernal Díaz del Castillo relató la siguente impresión que le dejó este acontecimiento: "Cuando llegamos a la gran plaza del mercado, quedamos admirado de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían.
Hay una calle de caza dónde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra como gallinas, perdices, codornices, lavancos (patos),dorales(pájaro pequeño), tórtolas, palomas, papagayos, búharos (ave de rapiña parecida al búho), águilas, gavilanes y cernícalos.
Hay una calle de herbolarios, dónde hay todas las raíces y yerbas medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas como de boticarios dónde se venden las medicinas hechas, así potables como unguentos y emplastes. Hay casas como de barberos, donde lavan y rapan las cabezas". Refería también el cronista que había venta de esclavos, de ropa de algodón, tabaco y sal.
Severas leyes regulaban el comercio. Estaba prohibido comprar o vender fuera del mercado, debido a que los artículos pagaban un impuesto al ingresar en él. Jueces vigilaban el estricto cumplimiento de precios, pesos y medidas. Los infractores eran duramente castigados. El mercado de Tenochtitlan estaba frente al templo de Huitzilopochtli, pero el más importante era el Tlatelolco, dónde concurrían 60.000 personas.
Comercio
Paralelamente al mercado local se desarrolló un tráfico de importación y exportación que englobaba mercancías de lujo. A su cargo estaban los pochtecas, clase social hereditaria que vivían en Tlatelolco y poseían muchos privilegios. Físicamente se diferenciaban del resto de la gente ya que se rapaban y se deformaban la cabeza.
Ellos mantenían informado al Emperador de lo que acontecía en sus dominios, informándolo sobre posibles insurrecciones y dándoles datos militares cuando emprendía la conquista de un pueblo. Por eso, fueron considerados verdaderos espías imperiales, papel que cumplían a satisfacción, ya que empleaban muchas lenguas.
Importaban objetos elaborados en oro, cobre, jade y obsidiana,vestimentas de plumas, tinturas, pieles de conejo y esclavos. Plumas de aves tropicales y de quetzal, turquesas y jade, pieles de jaguar, vestimentas en general y cacao. La posición privilegiada de los pochtecas, unida a la riqueza que poseían , despertó la envidia de la nobleza azteca. Por esta razón, se les obligó a entrar de noche en la ciudad, a no hacer ostentación de sus bienes y a aparentar pobreza y humildad, que estaban lejos de ser verdaderas.
Religión
La religión azteca tiene una fuerte tendencia dualista, la eterna lucha contra las influencias del bien y del mal sobre el destino del hombre. También es extremadamente politeista y naturalista.
En sus orígenes bárbaros, los aztecas habían centrado su culto básicamente en divinidades astrales, donde dominaba Huitzilipotchtli, dios del Sol y de la guerra. Pero al migrar hasta el altiplano central, y posteriormente al instalarse en el lago Texcoco, fueron incorporando las ideas religiosas de otros pueblos, especialmente de aquellos más civilizados, portadores y herederos de las ricas tradiciones Toltecas. Formaron una síntesis, muchas veces incoherente, en la cual además de los dioses astrales del pasado se sumaron otros relacionados con la tierra, el agua y la lluvia.
De esta forma, en el momento de su apogeo cultural, el lugar más destacado de la teología imperial era compartido por Huitzilipochtli con Tláloc, dios de la lluvia y el rayo, originario de la tradición Tolteca. Pero además existían entre muchos otros dioses, Xinhtcutle, dios del fuego de los otomíes;Tlazolteotl, diosa del amor y la fertilidad de los Huastecas; Tzapotlatenan, diosa de la medicina de los Zapotecas.
Esta profusión de divinidades se insertaba dentro de una concepción del mundo y del tiempo bastante singular. Para los aztecas, como para otros pueblos de la región, habrían existido cuatro períodos o soles, en los cuales hubo humanidades previas a la propia, las cuales fueron destruídas en forma catastrófica por acción de algunas divinidades.
La época más antigua era conocida como Nahui-Ocelot y su fin habría llegado al destruir los jaguares a la humanidad. El segundo período, Nahui-Ehécatl, habría terminado cuando Quetzacoatl, bajo su forma de dios del viento, habría arrasado con el mundo y convertido a los hombres en mono. El tercer sol, Nahui-Quihutl, fue dominado por Tláloc, dios de la lluvia y del rayo, quien habría aniquilado a los hombres con una lluvia de fuego. El último período previo a la era en que vivían los aztecas, se conoce como Nahui-Atli, y su fin habría devenido a partir de una gran inundación, de la cual sobrevivieron sólo un hombre y una mujer, quienes posteriormente fueron convertidos en perros por el dios del cielo nocturno, Tezcatlipoca.
La era en que se encontraban los aztecas era Nahui-Ollín y estaba destinada a sucumbir durante un inmenso terremoto, en el cual los tzitizmine, especie de monstruos que vivían en el occidente, matarían a los humanos. Según el mito, el origen de la Era Azteca se encontraría en la voluntad de Quetzacoatl, quien habría recogido los huesos de los hombres muertos y les habría dado la vida regándolos con su propia sangre. De igual forma, el nuevo Sol y la nueva Luna habrían sido creados por el sacrificio de los dioses, especialmente de Nanahuatzín y Tecciztecatl, los que se habrían arrojado a una fogata encendida por los dioses en las ruinas de la antigua ciudad de Teotihuacán, de la que habrían salido convertidos en el Sol y Luna, respectivamente.
Por estas razones, los aztecas sentían la obligación de pagar el sacrificio de los dioses y se consideraban a sí mismos el pueblo de el Sol, cuyo principal deber era entregar a éste su alimento, que era la sangre que le permitía vencer la oscuridad. Ello exigía de los hombres hacer lo mismo que hicieron las divinidades para revivir el mundo, es decir, entregar su propio cuerpo y sangre. De esta forma el sacrificio humano llegó a ser uno de los más importantes elementos del ritual religioso.
Sacrificio humano
El panteón de los dioses estaba dominado por dos símbolos principales: los dioses del cielo y de la tierra. Los primeros eran parte de la antigua tradición Azteca y su principal manifestación era el dios de la guerra y el Sol Huitzilipochtli. También destacaba Tezclatipoca dios del cielo nocturno y protector de los guerreros.
Las divinidades de la tierra eran encabezadas por Tláloc, dios de la lluvia y el rayo, aunque tenían cierta relevancia la diosa de las aguas dulces, Chalchiuhtlicue;y el dios de las aguas saladas y el mar, Huixtocihuatl.
Las víctimas de los sacrificios por lo general eran prisioneros de guerra, esclavos comprados para este fin o incluso personas que se ofrecían voluntaria-mente, ya que una muerte así aseguraba una feliz vida eterna. Las víctimas eran colocadas sobre el altar de sacrificios, a la que llegaba con las vestimentas y adornos del dios para el que se hacía el holocausto. Una vez depositado sobre dicha piedra, cuatro sacer-dotes sostenían cada una de las extremidades de la víctima y un quinto le habría el pecho con un cuchillo de piedra, y le sacaba el corazón, que luego era quemado en una urna de piedra. A este tipo de sacrificios se sumaban otros ritos, tales como quemar a la víctima, ahogarla o decapitarla.
Los aztecas creían en la vida después de la muerte, sin embargo este futuro no dependía del comportamiento terreno, sino de la forma en que se moría. Los soldados muertos en batallas y las víctimas de los sacrificios tenían como recompensa vivir en el imperio del dios solar Huitzilipochtli.
El dios de la lluvia y el rayo, Tláloc, se adueñaba de los que morían ahogados, exterminados por un rayo, o por enfermedades de la piel. Estos muertos no se quemaban como los demás sino que los enterraban. Los niños sacrificados a Tláloc iban a un paraíso lleno de flores y envuelto en nubes. Los demás difuntos iban al Mictlán o mundo inferior, al cual se llegaba después de un penoso viaje.
Los sacerdotes dirigían la vida intelectual y religiosa de los aztecas. En los grandes templos habían dos sacerdotes principales o quequetzalcoa. A sus órdenes se encontraba otro que administraba la recaudación de los diezmos y que supervigilaba la instrucción de los nuevos sacerdotes y el establecimiento de la fé en las regiones recién conquistadas.
Solamente en Tenochtitlán habían cinco mil sacerdotes. Vestían de negro y sus tilmantli o mantos estaban adornados con calaberas y vísceras. Usaban el pelo largo y trenzado, y de estas trenzas colgaban coágulos de sangre.
Por otra parte, estos sacerdotes elaboraban los rituales del culto y enseñaban en las escuelas religiosas y, a la vez, difundían el conocimiento de la escritura jeroglífica y los símbolos necesarios para los complicados cálculos matemáticos y astronómicos. También servían de mediadores con los poderes invisibles, recordaban y recitaban los sucesos históricos hasta que estos quedaban grabados en la mente humana.
La fecha más importante del calendario azteca se daba cada 52 años, lapso en que se cumplía un ciclo mitológico de vida del mundo. Para esto, los sacerdotes debían asegurar la continuidad de la vida preparando un nuevo ciclo de 52 años. En la cumbre de la montaña Huixachtécatl se realizaban varios sacrificios humanos, en los cuales los sacerdotes encendían el fuego del nuevo período sobre los cuerpos de las víctimas. En 1507 se hizo por última vez la renovación del fuego de la vida, y la siguiente debía acontecer en 1559, pero ya no habían sacerdotes para hacerlo.
Periódicamente los aztecas se enfrentaban con sus vecinos en grandes campos de batalla, para protagonizar las guerras floridas o "xochiyayotl", cuyo objetivo era obtener prisioneros para hacer sacrificios en honor a sus dioses.
En estas guerras no se peleaban los territorios y las principales armas que los aztecas utilizaron fueron la maza plana, flechas y dardos. La maza plana servía para golpear, y estaba hecha de madera, en sus cantos tenían estrechas ranuras donde se ponían vidrios volcánicos. Como defensas utilizaban escudos de madera y una armadura hecha con tela y rellena con algodón.
La economía azteca era muy compleja, y permitía, mediante el tributo, que muchísimas personas se dedicaran a tareas no directamente productivas, como los sacerdotes, militares y artistas.
Para reunir recursos ,con los cuales desarrollaban áreas que de otra manera eran difíciles de implementar, como las obras públicas, las guerras de conquista,etc. crearon un sistema de tributación , el cual era pagado a través del calpulli, por todos los ciudadanos. Dicha operación debía hacerse dos veces al año, como norma general. Cada sector social entregaba productos de su especialidad, que luego eran almacenados en las principales ciudades o en los almacenes estatales.
Para formarse una idea aproximada de los recursos reunidos por el tributo, podemos citar algunas cifras extraídas de un códice azteca, llamado hoy "Mendoza", dónde se detalla el con-tenido de los almacenes de las tres ciudades capi-tales que formaban la Triple Alianza: Tenochti-tlán, Texcoco y Tlacopán. Entre muchos otros pro-ductos, había 7.700 metros cúbicos de maíz, 5.775 metros cúbicos de porotos, 70 metros cúbicos de cacao, 36.000 manojos de cigarros puros, 27.600 calabazas pintadas, 16.000 pelotas de caucho,etc.
Almacén de maíz.
La economía se basaba principalmente en la agricultura, el comercio y el mercado. No conocieron la ganadería, por lo que no tuvieron acceso a los productos lácteos; tampoco desarrollaron la minería, por lo que los comerciantes importaban objetos elaborados en oro, plata, jade y obsidiana. Desarrollaron un sofisticado sistema de distribución de riquezas con mecanismos como el comercio a grandes distancias con bienes de lujo, el salario en retribución de servicios y el intercambio mercantil basado en una unidad de equivalencia (dinero).
En su pasado bárbaro, los aztecas tuvieron una economía basada en la caza y recolección. Sin embargo, cuando se instalaron en la meseta central de México, aprendieron de pueblos mucho más civilizados que ellos las bondades de la agricultura.
La agricultura era el eje central de la economía azteca. Cultivaban principalmente maiz, porotos, pimientos y tomates. El maíz era la base de la alimentación. Lo impregnaban de cal, lo hervían y le desprendían la piel, luego se molía mediante un rodillo de piedra estriado. Con esta mezcla se hacía pan de maíz o tortillas. También el maíz podía convertirse en atolli, una pasta hecha con miel y ají. Una de las técnicas que más utilizaron los aztecas fueron los jardines flotantes o chinampas.
Cuando los aztecas llegaron al lago Texcoco, la presión de los habitantes locales no les dejó otra posibilidad que instalarse en un islote cercano a la orilla, donde la tierra cultivable era muy poca. Por estas razones explotaron cabalmente los recuesos del lago, como los peces, aves acuáticas, moluscos, plantas de ribera y muchos otros más. Adoptaron en forma masiva el sistema de jardines flotantes, Por esta razón, cuando los españoles llegaron, en torno a Tenochtitlán se hallaban cultivados más de 35 km2, especialmente los lugares con menos profundidad.
En la práctica, las chinampas son grandes balsas de madera rellenas con barro y ramas. Se anclan al fondo del lago, plantándose en sus extremos sauces de rápido crecimiento que echaban raíces en el piso. Estas construcciones eran muy fértiles, por lo cual necesitaban abono sólo esporádicamente y para esto se utilizaba el limo que se extraía del mismo fondo del lago. No había necesidad de regarlas y eran utilizando la coa, una especie de azadón de madera con el cual se cavaba la tierra.
Las chinampas formaban grandes laberintos, los cuales se dejaban para permitir el desplazamiento de canoas cargadas con los productos del cultivo. Cuando los aztecas con su etapa expansiva, primero en torno al lago Texcoco y luego hacia los cuatro puntos cardinales, tuvieron acceso a grandes expansiones de tierra, las que fueron expropiadas a pueblos que habían sido sometidos mediante la guerra. En ellas desarrollaron una agricultura a gran escala, basada en la técnica de la tala y quema. Grandes extensiones de bosques eran cortadas y luego incendiadas, produciendose así el despeje necesario para las tareas agrícolas, mientras la tierra se abonaba con las cenizas resultantes de la quema. De este modo, se incrementó considerablemente el poder económico del naciente Imperio.
Mercado
Recibían productos que en calidad de tributo lo enviaban de todas las regiones conquistadas por los ejércitos. Ello permitía que el Emperador pudiera mantener a su corte, la burocracia estatal y premiar los servicios de los guerreros o más cercanos colaboradores. El resto se distribuía al pueblo por intermedio de los mercados localizados en recintos claramente delimitados. Allí se ofrecían los bienes destinados a satisfacer todas las necesidedes cotidianas. Las mercaderías agrupadas por rubros se apilaban sobre petates, a cuyo frente, sentado en el suelo, el vendedor, premunido de balanzas o medidas, voceaba su mercadería. Las transacciones eran monetarias, empleándose como dinero semillas de cacao o pepitas de oro.
Resulta difícil creer que a comienzos del año 1500, en un mercado Azteca se congregaran sesenta mil personas. Esta sola cantidad revela la existencia de una población que, para ésa época,era superior a muchas capitales de la civilizada Europa.
La presencia de tan multitudinaria muchedumbre asombró a los hombres de Hernán Cortés durante la conquista de ese pueblo. El cronista Bernal Díaz del Castillo relató la siguente impresión que le dejó este acontecimiento: "Cuando llegamos a la gran plaza del mercado, quedamos admirado de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían.
Hay una calle de caza dónde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra como gallinas, perdices, codornices, lavancos (patos),dorales(pájaro pequeño), tórtolas, palomas, papagayos, búharos (ave de rapiña parecida al búho), águilas, gavilanes y cernícalos.
Hay una calle de herbolarios, dónde hay todas las raíces y yerbas medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas como de boticarios dónde se venden las medicinas hechas, así potables como unguentos y emplastes. Hay casas como de barberos, donde lavan y rapan las cabezas". Refería también el cronista que había venta de esclavos, de ropa de algodón, tabaco y sal.
Severas leyes regulaban el comercio. Estaba prohibido comprar o vender fuera del mercado, debido a que los artículos pagaban un impuesto al ingresar en él. Jueces vigilaban el estricto cumplimiento de precios, pesos y medidas. Los infractores eran duramente castigados. El mercado de Tenochtitlan estaba frente al templo de Huitzilopochtli, pero el más importante era el Tlatelolco, dónde concurrían 60.000 personas.
Comercio
Paralelamente al mercado local se desarrolló un tráfico de importación y exportación que englobaba mercancías de lujo. A su cargo estaban los pochtecas, clase social hereditaria que vivían en Tlatelolco y poseían muchos privilegios. Físicamente se diferenciaban del resto de la gente ya que se rapaban y se deformaban la cabeza.
Ellos mantenían informado al Emperador de lo que acontecía en sus dominios, informándolo sobre posibles insurrecciones y dándoles datos militares cuando emprendía la conquista de un pueblo. Por eso, fueron considerados verdaderos espías imperiales, papel que cumplían a satisfacción, ya que empleaban muchas lenguas.
Importaban objetos elaborados en oro, cobre, jade y obsidiana,vestimentas de plumas, tinturas, pieles de conejo y esclavos. Plumas de aves tropicales y de quetzal, turquesas y jade, pieles de jaguar, vestimentas en general y cacao. La posición privilegiada de los pochtecas, unida a la riqueza que poseían , despertó la envidia de la nobleza azteca. Por esta razón, se les obligó a entrar de noche en la ciudad, a no hacer ostentación de sus bienes y a aparentar pobreza y humildad, que estaban lejos de ser verdaderas.
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